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viernes, 24 de junio de 2011

TRECEAVO PRODUCTO "NARRACION FICTICIA SOBRE UN PERSONAJE

NARRACION FICTICIA SOBRE HERNAN CORTES
Pocos saben la verdadera historia de mi protagonismo durante la conquista. En esta ocasión me atrevo a narrarles lo realmente vivido en aquellos tiempos. Siendo jefe de la tripulación llegue a nuevas tierras que me causaron admiración y me entró la ambición de poder y riqueza, entonces desobedecí las órdenes de Velázquez, me sentí con poder y fundé la ciudad de la Villa Rica de la Veracruz. Para que mis hombres no me abandonaran hundí las embarcaciones en el mismo puerto. Parece una película ¿verdad?, bueno les cuento que así fue.
Cierto es que las autoridades ibéricas, con propósitos de dominio y riqueza, me confiaron una expedición a la Nueva España, pero su espíritu me guió a apropiarme de esta misión superior... preferí ser sujeto de acciones antes que objeto manipulado por el otro.
Desde mi partida de la isla, aposté la seguridad de lo ya dominado por la incertidumbre de lo ignorado; quizá millas adentro del mar el futuro se me cerraría, pero cabía la posibilidad de hacer que ese futuro se volviera perenne y fuera recordado por todas las generaciones. Mi espíritu obstinado me dio el impulso para tomar la decisión.
Me embarqué con 700 hombres hacia la península de Yucatán; tras días y noches de navegación avisté la tierra que mi proyección intuitiva ya había dibujado en un mapa de mi mente. El momento de llegada, era una meta... pero apenas era eso: la llegada, el comienzo. Imaginen por un momento, que ocurría en mi mente ¿Qué seguía para mi tripulación y yo?
Al llegar me dediqué a conocer los grupos humanos que habitaban esas tierras: integrarme a sus formas de vida, costumbres, creencias, lenguaje y pensamientos era una necesidad para hacerme sentir aceptado en el nuevo mundo. Sin embargo les digo que no me dejé absorber por el medio y siempre tuve que mantener mi propósito claro: el dominio.
Continué conjugando varias estrategias; siendo una de ellas la manipulación por vía sentimental de una indígena llamada Malintzin, quien sabía hablar maya y náhuatl, por lo que era una perfecta intérprete en mis negociaciones. Era una mujer bella, la recuerdo bien. A sabiendas de su habilidad lingüística le enseñé lo básico del español y mantuve una relación amorosa que dio como fruto un hijo. Una semilla fruto de mi ambición desmedida.
Me enteré, como sabrán por esos tiempos ya existían los chismosos, de la división que existía entre los grupos mesoamericanos y con obstinación preparé la forma de aprovechar la situación. Me embarqué y llegué a un nuevo puerto al que puse por nombre Villa Rica de la Vera Cruz, asentándolo como Ayuntamiento y por lo tanto era así un territorio independiente de las leyes que el gobernador de Cuba quisiera imponerme; manejé nuevamente la estructura política a mi favor y con tal autonomía me propuse conquistar la célula azteca: Tenochtitlan.
Mi espíritu obstinado que no me importaba encubrirme entre la maldad y crueldad con tal de llegar a mi misión principal de dominio para lograr la riqueza material e inmortalizar mi presencia.
Ya absorbido por la ambición, hice prisionero al jefe de la tribu: Moctezuma, e intente entablar conversación y negociar con él, pero por mi poca experiencia de 19 años provoqué la muerte del emperador.
Este acto de conquista desencadenó una serie de brutales imposiciones dirigidas a los pobres indios, de los cuales se abusó  al esclavizarlos y todo con el afán de tener oro y plata, servidumbre y poder, ese poder que no me ha dejado vivir en paz por el remordimiento que me  causa el recordar todos aquellos pasajes de dolor que permitieron imponer nuestra cultura española a través del sufrimiento de los conquistados.
Muchas veces reflexiono y me pregunto que hubiera sido si mi presencia en estas tierras no hubiera existido, esa cultura a la que aplaste con mi dominio seria grande sin tanto dolor y guerras.
Recuerdo  bien que el gobernador Velázquez nunca confió en mi, pues en muchas ocasiones con las actitudes que tenía conmigo me lo hizo saber, entonces cuando se enteró de mis triunfos mandó a Pánfilo de Narváez y para enfrentarlo deje la ciudad de Tenochtitlán al mando de Alvarado, logré el triunfo ante esas tropas que venían a castigar mi rebeldía.
Me quedó grabado aquel episodio de mi vida que fue lo único que me hizo tambalear, me sentí un fracasado. ¿Recuerdan el momento? Hoy le llaman la Noche Triste, cuando fui vencido. Sin embargo me volví en ánimos y con más ímpetu y mejores estrategias de sometimiento finalmente logré mi propósito.

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